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BLOG DE LA CT SANTA CLARA. HOSPITAL VIRGEN DEL ROCÍO

"Un blog hecho por todos y para todos"

jueves, 23 de noviembre de 2017

BOUKHRA KHALILI. CAAC (II Y III PARTE)

Nos cegaban las miradas.
Estábamos vivos, pero sus gestos nos hacían sentir muertos.
Avanzábamos. Parábamos. Luchábamos.
No tenemos patria. Perdíamos la esperanza.
Voces lúgubres nos susurraban, susurros llenos de incomprensión.
¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos?
Mil sombras se cernían sobre nosotros.
La oscuridad era nuestro modo de vida.
No nos sentíamos ni de aqui ni de allá.
¿Dónde hemos crecido? ¿Cómo hemos crecido?
Y creíamos que vivíamos en un mundo maravilloso.
Creíamos que todas las fronteras se abrirían ante nosotros.
Pero el mundo no pertenece a los pobres.
El mundo pone fronteras a los pobres.
El mundo no nos escucha.
El invierno fue frío, lluvioso... Interminable.
¿Nos queda algo de esperanza?
¿Nos queda algo de valor?
¿Podremos alzar nuestras voces para ser oídos?
Nuestra lucha no sirve de nada.
No hay nada que podamos hacer para que nuestras voces se oigan.
Las miradas, los malos gestos, las malas palabras no cesan.
Seguimos caminando, aunque el cansancio nos pueda.
Ante nosotros no hay oportunidades.
Sólo nos queda sobrevivir.
¿Dónde está nuestra libertad?

                                                           ISABEL ANSEDE








                               LOS SONIDOS DEL MUNDO

Escuchamos el rumor de las olas.
El silbido del viento un dia lluvioso de aquel otoño.
El ulular de una paloma sobre nosotros.
Perdimos la voz, pero no la esperanza.
Perdimos el miedo a sentir.
Oíamos voces en el puerto.
El rumor de las gentes por las calles.
Paseábamos callados, sumidos en nuestros pensamientos.
Lográbamos todo lo que nos proponíamos, pero en sueños.
Ahogados gritos de los que necesitaban nuestra ayuda.
¿Realmente queremos verlos? ¿O preferimos ignorar?
El otoño avanzaba rápido.
El chisporroteo de la lluvia en las ventanas no cesaba.
Pisar hojas muertas tras su travesía de la vida.
Vida. Eso era lo que necesitábamos.
No perdernos en un laberinto lleno de charcos.
No perdernos en nuestras propias palabras.
Y dejarnos llevar.
Dejar que aquella vaga luz nos guiara.
Teníamos los ojos cerrados y las manos entrecruzadas.
No hay nadie aquí que pueda hacernos daño.
Y a lo lejos, el sonido vibrante del mar.
Nadando hacia nuestra propia libertad.
Si callamos, oiremos a los pájaros volando libres.
No somos ni de aquí ni de allá.
Somos el sonido del mundo.

                                                               ISABEL ANSEDE














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