Se ajustó el turbante color anil y se dispuso a montar su camello.La caravana constaba de treinta y cinco hombres,todos eran nómadas.Abdulá era el miembro de una estirpe tricentenaria que cruzaba el desierto en busca de oasis donde asentarse y aprovisionarse.
Pusieron rumbo al sur,allá donde el siroco batía con fuerza.La caravana enfiló por las dunas carentes de vegetacion: todo, hasta el horizonte, era arena.
Su piel, curtida por el sol, contrastaba con el color azul del turbante.Por algo eran conocidos como "los hombres de azul".Abdulá era,como ellos, un tuareg.
La marcha continuaba,como cada estación,por el inhóspito desierto.Le esperaban duras jornadas de calor.Abdulá trotaba sobre su camello rumbo al oasis.Todo era cielo y arena,como en alta mar,pero sin agua.
Los camellos eran grandes resistentes que estaban adaptados al entorno.El de Abdulá se llamaba Viento, pues era el elemento que le vio nacer, cuando sus padres iban camino del oasis, hace cuarenta y tres anos.
Abdulá había asistido a una boda la semana anterior, coincidiendo con los preparativos de la partida.Cantos,bailes,manjares en abundancia...formaron parte del evento.
La novia se quedó en tierra,como todas las mujeres,pues sólo los hombres emprendían el camino.Jasmín quedó apenada,pero acataba la tradición.La mujer de Abdulá también permaneció en la jaima,pero estaba acostumbrada.
Veinte jornadas, con sus días y sus noches,les separaban del ansiado oasis, donde establecerían sus tiendas.Una brisa cálida recorría el desierto del Sahara.La caravana llevaba buen rumbo.
Y, al fin, llegaron al oasis,donde el grupo hizo sus preparativos y se estableció.Aquello era un vergel, de esbeltas palmeras y una gran laguna.Se refrescaron y aprovisionaron de dátiles y Abdulá fue entonces felíz.
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