Ayer nos fuimos a Matalascañas en la caja de lata radiante y con ruedas del Cheli. La mañana amaneció tan nicotínica como siempre. Hacía fresco y tras un café no muy cargado nos fuimos a comprar el pan para los bocadillos. Fue bonito dejar la ciudad atrás y contemplar los olivos como si fueran Laocontes petrificados retorciéndose a ambos lados de la carretera. Los pinos secos y comidos por los incendios de hace unos años fueron también un buen acicate para nuestros sentidos y sobre todo para nuestra desesperanza.
Llegamos a la costa ,pusimos las sombrillas y mientras contemplamos el verde esmeralda del mar nos zampamos los bocadillos y nos pegamos un baño. Después me fui a tomar un café con hielo en un chiringuito cercano que despedía un halo de incipiente verano.
Josemari Raya Sanchez
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