Yo, que no solo he sido memoria, sino que además he saltado la comba del pensamiento media vida, espero que se atempere el ritmo frenético de viajar en la Harley Davidson o en la bastante mas modesta Montessa que me condujo a casa del manillar de un compañero de colegio, aquellas Montessas proletarias, de bujías perladas. Recuerdo mi Vespino con asiento de cópulas modernas y mullidas, que aparecían en la concurrencia de la La película de Bigas Luna , en aquella noche inmensa de toro de Osborne, con unos huevos sesteando a la tarde de un yermo madrileño. Esos ambientes de secarral, junto a los que se hacia una noche de carretera en un burdel donde otra pareja paralela, cuyos nombres no recuerdo, se dedicaban a la hoguera del alcohol con acoplamientos paralelos acompañados de copas azules de vidrio. Allí empezaba mi adolescencia, con esa torpeza mía que no sabia tratar a ninguna mujer. Yo he sido más memoria que acción, más pasión que intuición, recuerdo mis días en Memoria bajando la calle Santa Eulalia, mirando la setentona minifalda, con unas tardes cegadoras, de la mujer incipiente, moderna y rotunda, paseando mi vida por el lado más salvaje de la vida que vendría mucho después tras el porno primerizo del Penthouse y el Lib.
Yo paseaba entonces por las ruinas romanas y me tomada demasiado en serio la arqueología, porque pensaba que aquellos señores de la antigüedad iban a ser la paz eterna y duradera de mis relaciones con mis primeras mujeres, pero yo era un bólido sexual y eso no lo soporta nadie, sobre todo los gendarmes de Emerita Augusta.
Jose Maria Raya
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