Les hablo desde la plaza de la Ópera, en el centro de la capital de Francia, el equivalente a la Puerta del Sol de Madrid. París, una ciudad que intentará hoy volver a una normalidad muy difícil. Una ciudad que en sólo diez meses ha sufrido dos veces el zarpazo del terrorismo y que emprende la semana con una enorme sensación de vulnerabilidad. Y esta es probablemente y por desgracia la realidad.
Ante el terrorismo suicida todos somos vulnerables. Nos enfrentamos a un enemigo difícil de combatir. Lo demuestra el hecho de que este país lleva mucho tiempo en guardia y extremó la prevención tras el ataque en enero a la revista de Charlie Hebdo, que sus fuerzas de seguridad han abortado en este tiempo muchos otros intentos de atentado y que, a pesar de todo, se ha enfrentado este fin de semana al horror que deja 129 muertos y 352 heridos.
Las democracias europeas tienen todo el derecho a protegerse y tienen además la obligación de procurar con todos los recursos a su alcance la seguridad de sus ciudadanos. Pero un nuevo golpe de esta naturaleza en pleno corazón de Europa, la facilidad de los terroristas para poner patas arriba una ciudad, la frecuencia mortal con la que actúan en este continente, los muertos que cada día provocan en Siria, en Irak, aconsejan no cometer los errores del pasado, aconsejan una reflexión muy seria y profunda, en frío, no en caliente, sobre cuál es la respuesta adecuada y sobre todo eficaz para combatir un terror con una estructura y unos medios desconocidos hasta ahora.
Habrá que estar en Francia más allá de las palabras y buscar una respuesta europea de verdad. Habrá que revisar la política de alianzas en países árabes que con una mano financian el terrorismo y con la otra mantienen sustanciosas relaciones comerciales con Occidente. De todo tipo, incluidas las armas.
Hace unos días, Tony Blair reconocía que los errores de la invasión de Irak alimentan el avispero del que hoy sale este espanto. Pues que no se olvide.
Y algo más para no olvidar, de este horror, de esta violencia que hemos visto en París, que sufrimos un día de hace once años en Madrid: huyen los refugiados, que prefieren ahogarse en el Mediterráneo antes que seguir bajo la locura asesina de los kalashnikov.
Ayer al pasear por el Boulevard Voltaire donde el viernes se inmoló un terrorista no pude evitar pensar en las paradojas de la historia y en cuánto está en juego en este envite. Voltaire, el símbolo de la ilustración, la razón, el conocimiento, el respeto a la Humanidad, compartiendo titular por unos días con la barbarie.
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