Aquél fatídico día, por la mañana, las torres ardieron como antorchas. La gente miraba hacia ellas con asombro. El humo cubría el cielo de la ciudad.
Habían sido sendos aviones, que se habían estrellado en las torres. Y éstas colapsaron al instante y, de inmediato, se derrumbaron.
Humo y escombros, nubes inmensas de polvo recorrían las calles. Gente huyendo despavorida, cuerpos que se lanzan al vacío desde las llamas, precipitándose hacia la muerte.
Muerte y destrucción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario