Capucha era una niña feliz. Caminaba por el bosque despreocupadamente. Con su cestita de dulces para su abuela. La solía visitar a diario. Ese día Capucha vio la puerta entornada de casa de la abuela y sospechó que alguien habría entrado, pues su abuelita no salía de la cama. Tomó la precaución de no hacer ruido, caminando despacio.
Al asomarse al dormitorio de la abuela, vio a esta muy cambiada. Había desarrollado una suerte de hocico y estaba cubierta de pelo, aunque su ropaje era el de siempre.
- Abuelita, abuelita, que cara más rara tienes, dijo estupefacta.
La abuela rio con sorna y se lanzó desprevenidamente sobre Capucha a la que devoró en un santiamén, dejando los dulces desparramados por el suelo.
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