Aparecían después de la lluvia. Decenas de ellos pululaban por los bordes de los caminos y por la hierba. Mi primo decía que salían de la tierrra o que caían del cielo. Eres tonto. Pues tú más.
Tambien decía que la espiral de sus conchas era el símbolo del infinito, y esto me hacía más gracia.
En cualquier caso se movían lentamente, y esto era un ejemplo para tanta prisa que había alrededor.
No quise coger uno para no molestarlo, pero observé uno de cerca. Estaba mojado y su piel era resbaladiza. Inhibió sus antenas al sentir mi cercanía, y prosiguió su trayectoria.
Todo el jardín estaba lleno de ellos. Comenzó de nuevo a llover.
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